lunes, 8 de octubre de 2012

Un regalo

 
Un día compré una muñeca muy antigua, a un anticuario, para mi madre que le gustaban mucho.
La muñeca tenía una expresión, con su pelo largo, las cejas pronunciadas, ojos grandes y de casi tamaño natural; que la verdad me daba un poco de repelus.
Cuando llegué casa, se la di a mi madre.
Que ilusión le hizo. Lo único que me dijo que la pondría en mi habitación porque en la suya ya no tenía sitio.
Se me cambió la cara, dormir con semejante muñeca.
Aquella noche empezó a llover fuerte, a sonar truenos, a caer rayos con toda su fuerza, iluminando la cara de la muñeca.
Preferí no hacer caso a la situación y me eché a dormir tranquilamente.
De repente me desperté con un dolor insoportable en mi espalda. La muñeca me estaba golpeando en ella.
Intenté pararla, pero era mas rápida que yo y como se reía la muy condenada, cada vez que me daba un bofetón.
La cosa la pintaban fea para mi.
Salí de la habitación y ella detras mia.
Teníamos un extintor en el pasillo. Lo agarré, cuando me propinó una patada en toda la espinilla, haciendome caer al suelo del dolor.
Pero no solté el extintor y mientras se reía la muy ...
Le enchufé el extintor a la cara y conseguí cegarla.
Tiempo justo para golpearle con él y dejarla inmóvil.
Agarré una maleta que ya no utilizaba, la metí en ella y cerré con llave.
Salí a toda prisa a casa del anticuario y cuando llegué y me abrió le dije, quedesela, no hace falta que me reintegre el dinero.



 

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